sábado, 16 de agosto de 2014

SEMANA 18

Hoy me pasó algo un poco frívolo, pero que me conmovió de todas maneras. Haciendo orden de placares (sí, eso del nesting instinct lo llevo en las venas y desde el día 1 del embarazo no he parado de limpiar y ordenar el "nido") me topé con mi querido placard de cosas para NO-EMBARAZADA (léase, el 90% de mis pertenencias personales). Me quedé allí, parada, con una sonrisa boba en el rostro, acariciando con nostalgia las camperas ajustaditas y las camisas, pensando en las épocas en las que la tela me sobraba, el sol acariciaba mi rostro y, por qué no, para darle encima un toque más empalagoso, la musiquita sonaba en mis oídos.

¡BASTA! ¡Cortá con tanta dulzura! Que todavía ni llegaste al medio tiempo y ya andás añorando los tiempos sin panza... ¿Será, nomás, que una nace para ser mujer y siempre tiende a querer estar linda, pese a ser -objetivamente- una tonina? Digo, por la razón que sea, embarazo, sobrepeso o tal vez enfermedad... Creo que nunca nos adaptaremos (como género femenino), a un mundo en que falte la estética. Tanto a nivel personal como global (aunque en mi caso, con lo GLOBAL que estoy, la categoría "personal" no se aplica), naciendo hembras vivimos arreglando, ordenando y limpiando el entorno porque así somos, así estamos hechas, para embellecer la vida propia y la de todo aquel que se nos acerque.

Pese a tanta filosofía barata, debo decir que empiezo a disfrutar la cosa un poco más, me siento cada día un poco mejor y espero que eso repercuta en mi ánimo pues no le he hecho la vida fácil a NADIE a 100 metros a la redonda. 

Amén.

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