jueves, 12 de junio de 2014

OXFORD STREET

No hay mejor manera de darse cuenta de la propia vejez que haber vivido lo suficiente como para ver regresar los pantalones estilo Oxford.

¿A qué me refiero? A una especie de déjà vu o flashback que experimenté anoche en el set del Maybelline Model 2014 en Canal 4 Montecarlo Televisión cuando vino la maquilladora a retocarme... y llevaba puesto un par de jeans de pierna ensanchada por debajo de las rodillas. Te querés morir, ya estuve caminado por la faz del planeta casi tanto como los elefantes. (Todo esto de la pata de elefante me invita a este tipo de paralelismo inevitable, por no seguir commparándome en otros aspectos con los mastodontes grises). 

Y si a eso le agregamos el hecho de que cuando me senté a escribir las presentes líneas, me di cuenta de que alguien se robó el botón de mi teclado de la flechita derecha, las conclusiones fluyen por sí solas. Tengo cría. Ya me reproduje. Ya estoy un pasito (pasito para los amigos, si hablamos sin pelos en la lengua está bien claro: una generación entera) más cerca del final. 

Lo cual me lleva a plantearme, ¿es eso tan malo? Yo creo que no. Me imagino retrocediendo el tiempo como por arte de magia, volviendo al ojo de la tormenta de la adolescencia, por ejemplo, y si bien me divertí como poca gente en esa época, también es cierto que aún no había desarrollado muchas habilidades que hoy sí poseo. Entre ellas, el don de saber encontrar mi paz interior. Menudo tema.

Entonces me puse a pensar otra vez (sí, cada año bisiesto y medio más o menos ocurre. La rubia modelo piensa). Llegué a ponerme en el lugar de mi abuela. Mi abuela puede decirlo también, eso de que vivió lo suficiente como para ver el -predecible y hasta aburrido- retorno del Oxford. Con el agravante de que... ¡ella lo vio "volver" más de una vez!

Pero mi abuela es feliz. Hablo de mi abuela materna, claro, Chichí, la que todos ya conocen de Una Dieta a Regañadientes. Chichí siempre dice que para ella, la dicha más grande que puede sentir como ser humano es tener el privilegio de gozar de vida y salud para acompañar a sus BISNIETOS y verlos crecer, mientras que éstos le devuelven todo el cariño que ella les regala. Ella se acuerda de llamarlos si enferman, de comprarles las figuritas del mundial que están coleccionando, de contarles el cuento de Caperucita Roja mientras los engaña con su instintivo talento para que me coman la maldita sopa. Creo que a Chichí no le importa lo del Oxford. Y tampoco debería importarnos a nosotros, ¿no creen?

¡A envejecer felices!

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L@S ESPEROOOOO!

Kat

2 comentarios:

  1. Sabes que siempre me gusta leer, lo que escribis xq es a mi gusto intenso y profundo, con unas reflexiones muy simples y bonitas que mientras leo, pienso sobre lo que he hecho, hago y debo de hacer, a pesar de que lo que escribis a veces es para mujeres, no importa ME GUSTA. Saludos-.

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    1. Pues muchísimas gracias por leerme Juan Carlos!!!

      Cariños Katja

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