Es viernes de noche.
Siento que las venas de las piernas me laten. Siento que la espalda me pesa. Siento que mi cara está sofocada después de tolerar el maquillaje de todo este día (juro que nunca me maquillo en el día a día pero hoy no tuve más remedio).
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Mi adorada hijita jugando conmigo |
Es difícil estar en los 30s. Tengo 32 años de edad. No 70. No 15. ¿A qué apunto con ésto? A que ya no tengo la capacidad de salir a bailar en agosto en musculosa (para no pagar ropería en la Scuola Italiana Padel, en las fiestas de Johann Kozub) y no dormir en toda la noche sin repercusiones. Pero tampoco tengo el tiempo de una persona de 70, ni la sabiduría, ni los hijos criados. Y lo peor es que el "viejo" no me hace masajitos en los pies ni que arda Troya. No me malentiendan, que el "viejo" es de fierro y entra conmigo al quirófano sin que lo vean con tal de cuidarme. Lo ha hecho. Pero no le pidan que les haga masajes. O un té. O nada. El "viejo" parece haber nacido en celebrity mode. Y eso está bien. El pobre no tiene la culpa de que yo sea tan hard maintenance.
A los 30 años, una está en una especie de preadolescencia por segunda vez en la vida. Salvo que esta vez, en vez de que me crezcan las manos más rápido que los brazos, las peculiaridades y rarezas se visten de ironía. Es irónico que ya tenga el expertise de criar niños (bah, de que sobrevivan al menos) y que los lleve de taquito pero que justamente esa experiencia me haya costado las ganas de salir a divertirme. Lo veo con la crianza de mi 3er hija. Todo es muy, muy fácil esta vez. Los hermanos me ayudan y yo ya tengo todos los trucos del libro. No me estreso ni la cuarta parte que me estresaba con el primero. Pero sí me queda un cuarto de las ganas (o la fuerza, técnicamente hablando) de salir a cenar (ya ni hablemos de bailar, out of question).
Eso sí; a los 30 una ya se siente segura de ser quien es. Ya no se está en la búsqueda de la propia identidad y las cosas simplemente se dan sin mayores complicaciones, porque los aprendizajes más importantes de la vida bien podría decirse, ya fueron incorporados.
Una va por la vida con la cabeza en alto, con orgullo, probablemente siendo ya madre (en la mayoría de los casos) y trabajando de lo que siempre soñó. (Y sino, muchachas, ya es hora de que encuentren una ocupación que les divierta!)
En definitiva: Es viernes, es de noche, los tengo que dejar porque no sea cosa que se me levanten el sábado los niños -como siempre- a la hora de ir al colegio y yo haya dejado de dormir por escribir en el blog. O sea, ¡DISFRUTEN POR MÍ!
CAMBIO Y FUERA.
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